Escribe: Ing. Jorge Celis García
El cambio climático y la creciente demanda de alimentos por la población imponen nuevos retos para producir alimentos de calidad que contribuyan sobre todo al consumo interno. Es conocido que una de las estrategias para incrementar la producción de alimentos es aumentar el área cultivada, estrategia que se ve limitada debida a que buena parte de los suelos potencialmente disponibles no son aptos para una agricultura extensiva.
Ante esta disyuntiva y teniendo en consideración las conclusiones del Seminario “Uso sostenible de las restingas en la amazonia peruana”, publicado por el Instituto de Investigaciones de la Amazonia Peruana (IIAP), el aprovechamiento con fines agrícolas de las áreas conocidas como restingas, ubicadas en la llanura de inundación de la selva baja, constituye una opción viable dado su potencial productivo que contribuya a mitigar una probable crisis de alimentos, como consecuencia del cambio climático y/o futuras pandemias.
Antecedentes
Como antecedente de esta perspectiva, se puede citar el pre dictamen de la Comisión Agraria del Congreso de la República en el período anual 2007-2008 ante una propuesta del gobierno central, recaído en el Proyecto de Ley Nº 2133/2007-PE o Ley para el otorgamiento y Aprovechamiento de Restingas o Tierras Inundables y cuya finalidad fue: “Establecer un marco legal para promover el aprovechamiento de estas áreas, otorgándolas mediante concesiones previo pago de un derecho de vigencia y por plazo indefinido siempre que se encuentre en explotación y ésta mantenga su naturaleza de tierra inundable”.
Según el IIAP, este paisaje tiene una superficie estimada en 3ʼ787,686 hectáreas (incluyendo áreas con mal drenaje que no han sido posible excluirlas cartográficamente por la escala de trabajo). En tal sentido, se estima que el 60 % de las llanuras de inundación están constituidas por zonas de mal drenaje y que una parte de las restingas deben ser mantenidas con cobertura boscosa para refugio de los animales durante las crecientes. Por lo tanto, sólo el 40 % (1ʼ515,074 ha) de estas zonas con “restingas”, “barrizales” y “playas” de la llanura de inundación podría ser usadas con fines agrarios, de los cuales, sólo 897,074 ha podrían servir para ampliar la frontera agrícola, pues en uso actual por la población ribereña se encuentra 618,000 ha (con cultivos y purmas de diferentes edades).
Limitaciones
De la experiencia adquirida en la región Ucayali en el uso de estas áreas para desarrollar una agricultura intensiva, se puede afirmar, que tanto su concesión como su explotación ante probables inversiones privadas para desarrollar agricultura en escala, debe ser evaluada tanto en términos ambientales como de rentabilidad y tecnologías, debido a las limitaciones existentes por resolver que impone la heterogeneidad ambiental y ecológica, a fin de minimizar el impacto negativo sobre el ambiente y la rentabilidad de la empresa entre las que pueden considerarse:
- La deforestación y pérdida de biodiversidad, así como disminución de la fauna silvestre.
- Limitación en el uso de maquinaria por los efectos erosivos del suelo debido a su textura.
- Regulación y control del uso de agroquímicos por la contaminación de ríos y fuentes de agua.
- Inversión en maquinaria e implementos agrícolas.
- Escasez de recurso humano en épocas criticas del proceso por competencia con otras actividades económicas.
- Inseguridad en la productividad y la rentabilidad de la actividad al estar sujeta la producción al período de estiaje de los ríos.
- Inversión en tecnología de secado necesarias preservar la producción de las inclemencias del clima.
- Dificultades en las operaciones logísticas en todo el proceso productivo.
Oportunidad
Alimentación y medio ambiente son dos ámbitos estrechamente relacionados. Las consecuencias del cambio climático están afectando a los cultivos y la producción, pero es necesario tener en cuenta que la producción de los alimentos también tiene un impacto en el medio ambiente y genera contaminación, y agotamiento de los recursos naturales.
Bajo esta premisa, la explotación de estas áreas constituye una oportunidad para potenciar una “Agricultura Familiar Inclusiva” mucho más si se considera que los pequeños agricultores, según la FAO “son actores protagónicos en el esfuerzo de los países por lograr un futuro sin hambre”, ya que no sólo producen la mayor parte de los alimentos para el consumo interno, sino que habitualmente desarrollan actividades agrícolas diversificadas, que les otorgan un papel fundamental a la hora de garantizar la sostenibilidad del medio ambiente y la conservación de la biodiversidad.
Por estas consideraciones, el aprovechamiento de estas áreas con fines agrícolas debe centrarse en promover “Una innovación socio-productiva” y la comercialización de productos de estos sistemas productivos, aprovechando sus potencialidades y la fuerza de trabajo existente, debiéndose tener en cuenta para tal fin propuestas para una producción sostenible que minimicen la presión sobre los recursos naturales, entre las cuales debería considerarse:
- El desarrollo de la capacidad local en tecnologías agrícolas.
- Promover el acceso de tecnologías de manejo que impulsen el aumento sostenible de la productividad respetando sus necesidades particulares, culturas, tradiciones.
- Mejorar y/o desarrollar sistemas productivos sostenibles, técnica-económico viables y socialmente aceptables.
- Mejorar y/o adoptar sistemas productivos que respondan a cambios en las preferencias de los mercados locales o internacionales.
- Generar mayor valor agregado a la producción primaria.
Para logar el desarrollo económico integral de estos sistemas productivos debe tenerse en cuenta un enfoque local sustentado en la heterogeneidad del ambiente y la necesidad de un desarrollo rural equilibrado.