Tras la historia de la señora Teresa Farfán García, productora de hortalizas ecológicas en el Cusco, se esconden episodios de tristeza, angustia y estoicismo, pero también ganas de dejar atrás ese mundo gris para brillar con luz propia. Y lo ha conseguido. Ella representa a ese porcentaje de mujeres, de quienes sus parejas creen ser sus dueños y no sus complementos.
En el 2012, la Asociación Nacional de Productores Ecológicos (ANPE)-Perú la invitó a unirse al proyecto Agroeco que ejecutaba la Universidad Nacional Agraria La Molina (UNALM), en alianza con la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA) y la University of British Columbia (UBC) de Canadá, en el Cusco.
Y aunque a ella esa iniciativa le significaba una oportunidad de superación personal e independencia económica, su esposo se opuso. Le pareció mal que Teresa saliera a trabajar, restregándole en la cara “que su lugar era la casa y su tarea, atender a su familia y cuidar a sus hijos”. De ese modo se hacía trizas el sueño de esta mujer, de convertirse en una referente en el cultivo de hortalizas de su región, pues ella nació en la provincia cusqueña de Lucre.
Un buen día, cansada de los problemas conyugales, decidió poner fin a esa etapa de su vida e inmediatamente se integró al proyecto mencionado, recibiendo el apoyo de la Ing. Sara Loayza, de la UNALM, quien le propuso dedicarse a tiempo completo al manejo del invernadero que ésta había instalado en el Cusco, para capacitar a los productores, trabajo por el que recibiría una remuneración de 300 soles mensuales.
Teresa aceptó el trabajo porque éste le permitía aprender rápido el manejo del invernadero, el cultivo de hortalizas, la selección de las semillas y las variedades óptimas. Tiempo después instaló su propio invernadero para la producción de tomates cherris, beterraga, zanahoria, vainita, brócoli, rocoto, cebolla china, perejil y hierbas aromáticas.
Cuando creía que por fin empezaba a volar sola, en el 2014, nuevamente empezó a sufrir el acoso y maltrato de su exesposo. Fue entonces cuando acudió al Centro Flora Tristán, institución que le brindó apoyo psicológico para curar sus heridas del pasado, y la oportunidad de continuar desarrollándose en lo que sabe hacer: brindar asistencia técnica en la instalación de invernaderos en seis comunidades cusqueñas.
Con todo ese currículum, Teresa decidió crear la Federación Regional de Productores Agroecológicos, de la que fue su presidenta hasta hace poco. Con las hortalizas ecológicas abastece a los principales hoteles y restaurantes turísticos del Cusco, entre ellos “Hanz” y “Perú”. Con la pandemia se redujeron sus ventas, pero el turismo se está reactivando.
“En los próximos días voy a inaugurar mi segundo invernadero, también de 500 metros cuadrados, con riego tecnificado para atender la creciente demanda de nuestros clientes”, sostiene.
Como complemento a la producción de verduras y plantas aromáticas, ella cría gallinas de corral para la venta de huevos y carne; actividad que además le permite recolectar guano para abonar sus cultivos.
Cuando se le pide un consejo para empoderar a la mujer rural, no vacila en sostener que la mejor forma es estar libre de ataduras y la independencia económica se logra con esfuerzo, dedicación y decisión. En el campo, recuerda, existen oportunidades para emprender negocios, como crianza de animales menores, horticultura, artesanía, etc. Lo que falta es dar un “empujoncito para que las mujeres rurales y se decidan a dar el gran salto”.