Un reciente descubrimiento de los restos de una joven, enterrada hace casi 9 000 años en Puno junto a sus armas, mostraría que las mujeres de la época sí participaban en la caza, incluso de presas grandes. El estudio publicado esta semana pone en cuestionamiento la asentada idea de que era una tarea reservada solo para hombres.

Randall Haas, arqueólogo de la Universidad de California, Davis, en el 2018 con su equipo de investigadores se congregó alrededor de la tumba excavada de un individuo enterrado, los huesos hallados eran de un ser humano adulto y había un conjunto impresionante —y numeroso— de herramientas de piedra que los antiguos cazadores habrían necesitado para capturar animales de gran tamaño, tanto para caza como para la preparación de las pieles.
Los análisis posteriores revelaron una sorpresa: los restos hallados junto a las herramientas pertenecían a una persona de sexo femenino. Según el estudio publicado en Science Advances, es probable que esta antigua cazadora no fuera una anomalía. Al hallazgo del equipo de Haas le siguió una revisión de los estudios de enterramientos de las Américas de antigüedad similar que reveló que entre un 30 % y un 50 % de las personas que cazaban animales de gran tamaño podrían haber sido de sexo femenino.
El nuevo estudio es el último giro en un debate de décadas sobre los roles de género en las sociedades primitivas de cazadores y recolectores. La suposición habitual era que los hombres prehistóricos cazaban mientras las mujeres recolectaban y criaban a los niños. Pero durante décadas algunos académicos han sostenido que estos roles «tradicionales» —documentados por antropólogos que han estudiado grupos de cazadores-recolectores de todo el mundo desde el siglo XIX— no se extienden necesariamente hasta nuestro pasado más remoto.
En los debates iniciales sobre las herramientas, los investigadores supusieron que pertenecían a un hombre, quizá una figura importante de la sociedad o incluso un jefe del grupo.

“Soy tan culpable como cualquiera”, indica Haas, que ha trabajado en la región desde 2008. «Pensé que tenía sentido según mi forma de ver del mundo». Sin embargo, en el laboratorio, una inspección minuciosa de los huesos sugirió que se trataba de la fisiología de una mujer biológica. Para confirmarlo, analizaron una proteína que forma el esmalte dental y está vinculada al sexo.
Tras su descubrimiento en el 2018, el equipo de Haas examinó los informes de excavaciones pasadas de cazadores y recolectores primitivos de las Américas. Revisaron los casos individuales de su conjunto de datos, descubrieron que, en 27 de 429 tumbas con individuos de sexo conocido enterrados con herramientas de caza, 11 eran de sexo femenino —incluidos los restos recién identificados— y 16, de sexo masculino.
El conjunto de herramientas descubierto en la tumba de 9000 años era bastante diverso e incluía tanto instrumentos preciados (como puntas de proyectiles difíciles de fabricar) como herramientas más mundanas (como escamas de piedra que se fabrican fácilmente rompiendo rocas). Esto sugiere que las herramientas no eran un tipo de ofrenda, sino que los objetos habrían sido utilizados por la persona enterrada en vida, sostiene Haas.