La bioeconomía circular sostenible es un sistema innovador y restaurador, que impulsa la industria y la economía, pero que también protege nuestro planeta para las generaciones futuras.
Es una reorientación hacia alternativas de origen biológico que sustituyan a los plásticos y combustibles fósiles, la eliminación del uso de sustancias químicas tóxicas y la reducción de residuos mediante materiales, productos, sistemas y modelos operativos innovadores, señala la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO).
También es aprovechar el poder de la biociencia y la biotecnología para hacer frente a los desafíos que tenemos por delante, como el suministro de alimentos, piensos, fibras, productos madereros y sustancias químicas de base biológica, incluidas alternativas a los plásticos, para una población en crecimiento, al tiempo que se preservan los recursos naturales.

Conoce cinco formas de contribuir a la transición hacia una bioeconomía sostenible y circular para mejorar la producción de alimentos, la nutrición, los medios de vida y el medio ambiente:
1) Reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos: ser más responsables en nuestra producción y consumo de alimentos, reutilizar los alimentos que normalmente acabarían en vertederos y aumentar la producción de alimentos de forma sostenible.
Actualmente, el 14 % de los alimentos que se producen se pierde entre la cosecha y la fase de venta al por menor. Una bioeconomía circular supone reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos mediante el fortalecimiento de las cadenas de valor, pero también mediante la búsqueda de nuevos usos para que no se pierdan. La FAO ha ayudado a la municipalidad de Lima (Perú) a crear un equipo de tareas sobre residuos alimentarios que ha establecido un centro de compostaje para la gestión de residuos de biomasa.
2) Luchar contra la contaminación por plásticos: un objetivo importante es el uso de más materiales hechos de recursos naturales biodegradables, reduciendo así los residuos de plástico y las emisiones de CO2. Reducir el uso de plásticos en las explotaciones agrícolas constituye una parte importante de ello.
3) Diversificar nuestras dietas y dejar de depender solo de unos pocos cultivos: de las más de 6000 especies vegetales que se cultivan en el mundo con fines alimentarios, tan solo utilizamos nueve cultivos para generar el 66 % de nuestra producción alimentaria. Además, la diversificación impulsa la nutrición. Impulsar la promoción de cultivos locales menos conocidos a nivel mundial, pero altamente nutritivos, como la yuca o el mijo, puede ayudar a las comunidades a satisfacer mejor sus necesidades alimenticias y apoyar la biodiversidad de los cultivos producidos.
4) Promover productos de base biológica como alternativa a los fertilizantes y plaguicidas sintéticos: el uso excesivo de fertilizantes y plaguicidas químicos provoca ya problemas de contaminación del agua y el suelo, así como emisiones de gases de efecto invernadero. La búsqueda de soluciones de base biológica para estos productos químicos resulta aún más importante con una población en crecimiento a la que alimentar. Por ejemplo, actualmente un programa de China estudia el uso de la paja como fertilizante. La paja es un subproducto común de la producción de trigo y cereales y utilizarla como fertilizante resuelve dos problemas de una vez: se reduce el uso de fertilizantes químicos y se ofrece a los agricultores una alternativa a la quema de residuos de paja, que constituye una práctica habitual pero también supone una gran fuente de contaminación, y
5) Restaurar las tierras degradadas y mejorar la gestión ganadera: muchas personas en todo el mundo dependen de la ganadería para su subsistencia, pero hacerlo de manera insostenible puede degradar la tierra. El proyecto “Ganadería Climáticamente Inteligente” de la FAO fomenta la gestión ganadera sostenible en muchas partes del mundo como el pastoreo de rotación, el compostaje para pastos y la producción de su propio pienso, lo que ayuda a prevenir la degradación de la tierra y mejora la sostenibilidad de la ganadería.
No hay una única vía para establecer una bioeconomía y la sostenibilidad no sucede de forma automática. La FAO, junto con el Grupo de trabajo internacional para una bioeconomía sostenible, está formulando unas directrices sobre bioeconomía sostenible, estas comprenderán buenas prácticas, instrumentos y orientaciones sobre cómo elaborar marcos de seguimiento, lo que ayudará a los países a poner en marcha estrategias, políticas y programas nacionales en materia de bioeconomía de una forma sostenible.