Las algas marinas son un recurso ambiental que no solo son buenas en la alimentación de animales y hombres (contiene fuentes de vitaminas A, B1, B12, C, D y E) y en la industria farmacéutica, cosmética y biotecnológica (posee propiedades antioxidantes, antimicrobianas, anticancerígenas, etc.), sino también en la agricultura ecológica.
Así lo demostró un equipo de investigadores de la Universidad Científica del Sur (UCSUR) con el proyecto “Obtención de biofertilizantes artesanales a partir de macroalgas verdes, rojas y pardas procedentes del manejo sostenible realizado por las asociaciones de pescadores de San Juan de Marcona y San Andrés, departamento de Ica, para su uso en la agroindustria, con el fin de mejorar la calidad de vida de los miembros de las organizaciones pesqueras artesanales (OSPAs)”.
El equipo de investigadores liderado por el biólogo Paúl Baltazar Guerrero, jefe del Laboratorio de Investigación de Cultivos Marinos de la UCSUR, logró sembrar ocho hectáreas de algas “yuyo” (Chondracanthus chamissoi) y “pelillo” (Gracilariopsis lemaneiformis) en San Andrés (Pisco) y San Juan de Marcona (Nazca).

“Las algas son un recurso que parece inagotable, pero nada más lejana de la verdad. Por eso es mejor cultivarlas en vez de depredarlas”, afirma Baltazar Guerrero.
Refiere que su equipo en el 2018 arribó al distrito de San Andrés con un solo objetivo: sembrar algas marinas. A esta iniciativa luego se sumaron la Asociación Proyecto Mar de Marcona y la Cooperativa de Trabajadores Pesqueros Artesanales Algas Marinas, con el apoyo del Programa Nacional de Innovación en Pesca y Acuicultura.
¿Cómo se preparan las algas para ser cultivadas? El proceso consiste en la creación de plántulas (semillas de algas) que son germinadas en los laboratorios, para la fragmentación de un alga en varios trozos o inóculos. Cada uno de estos se fija a una superficie para comenzar a formar un nuevo individuo similar al progenitor. Posteriormente, estos trozos se instalan en sistemas de cultivos conformados por varias cuerdas, parecidos a quipus gigantes, que se fijan en un costal lleno de piedras en el fondo marino y una boya en la superficie, de modo que queden suspendidos. La luz solar y los nutrientes del agua de mar hacen el resto del trabajo.
La primera cosecha se realiza a los 45 días aproximadamente y el proceso se puede repetir hasta en cinco oportunidades, lo que permite “reforestar” las zonas marinas para que se restablezca el balance ecosistémico al disminuir la carga extractiva. Para tener una idea, de una hectárea se puede cosechar entre 8 a 10 toneladas de algas frescas.
Biofertilizante
En San Andrés, San Juan de Marcona y Lurín (Lima) se localizan las tres plantas del Laboratorio de Investigación de Cultivos Marinos para producir 900 litros de biofertilizantes cada 60 días.
Los investigadores experimentan con diversas concentraciones y combinaciones de algas, que son colocadas en biodigestores (tanques de 50 litros) herméticamente sellados. Con este método se obtiene un fertilizante líquido y se mejoran el crecimiento y rendimiento de las plantas, las propiedades biológicas del suelo y se aumentan la productividad en condiciones de estrés abiótico y biótico.
El insumo se ha aplicado en plantaciones de maíz que han revelado que las combinaciones de macroalgas Macrocystis pyrifera, Chondracanthus chamissoi y Ulva lactuca muestran mejores resultados. También se está haciendo pruebas en cultivos de tomate y fresa.
¿Cuál es el próximo paso? “El objetivo es sacar el producto a nivel comercial. La combinación de su gran abanico de aplicaciones y el bajo impacto ambiental en el cultivo hace de ellas un producto de enorme interés. Se requiere la intervención empresarial, quienes podrían producir los fertilizantes, los pescadores suministrar las macroalgas y la academia seguir investigando”, puntualiza el biólogo Baltazar Guerrero.
La siembra de macroalgas marinas y la restauración productiva les ha permitido diversificar las fuentes de ingreso, generar nuevos empleos, recuperar las pesquerías locales y devolver los colores de la marina al litoral iqueño.
En síntesis, esta iniciativa se enfoca en crear la oferta y, además, buscar promocionar las cualidades de las macroalgas como insumo para varios sectores industriales, con el propósito de impulsar la demanda. Incluso, se están haciendo esfuerzos con productores locales para ampliar la producción de especies nativas y empezar a abrir el mercado.