En el marco del Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos (29 de setiembre), ¿Por qué es importante reducir la pérdida y desperdicio de alimentos? Porque representa una oportunidad de conseguir un triple beneficio —para el clima, la seguridad alimentaria y la sostenibilidad de nuestros sistemas agroalimentarios— y no puede dejarse de lado en un momento de aumento del hambre en el mundo y de alza de los precios de los alimentos.
Según el último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) sobre El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo (SOFI), el número de personas afectadas por el hambre aumentó hasta 828 millones en 2021, lo que supone un incremento de unos 46 millones desde 2020 y de 150 millones desde 2019. En total, se calcula que 3 100 millones de personas no tienen acceso a una dieta saludable.
Mientras tanto, según el informe de la FAO El estado mundial de la agricultura y la alimentación (2019), alrededor del 14 % de la producción alimentaria mundial (valorada en 400 000 millones de USD anuales) sigue perdiéndose después de recolectarse y antes de llegar a las tiendas, mientras que el informe sobre el Índice de desperdicio de alimentos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) muestra que el 17 % de nuestros alimentos acaba siendo desperdiciado en la venta al por menor y por los consumidores, especialmente en los hogares. Según estima la FAO, los alimentos que se pierden y desperdician podrían alimentar a 1 260 millones de personas hambrientas cada año.
La pérdida y el desperdicio de alimentos representan además entre el 8 % y el 10 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, lo que contribuye a un clima inestable y a fenómenos meteorológicos extremos como sequías e inundaciones. Estos cambios repercuten negativamente en el rendimiento de las cosechas, reducen potencialmente la calidad nutricional de los cultivos y provocan perturbaciones en la cadena de suministro.
Por tanto, dar prioridad a la reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos es fundamental para la transición hacia sistemas agroalimentarios sostenibles que hagan más eficiente el uso de los recursos naturales, disminuyan su repercusión en el planeta y garanticen la seguridad alimentaria y la nutrición.
En la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, más concretamente en la meta 12.3 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible se pide que se reduzca a la mitad el desperdicio de alimentos per cápita mundial en la venta al por menor y a nivel de los consumidores y se reduzca la pérdida de alimentos en las cadenas de producción y suministro. Alcanzar esta meta tendría repercusiones significativas en la lucha contra el cambio climático.
Con solo ocho años por delante para alcanzar la meta y reducir las pérdidas de alimentos en al menos 25%, no está de más recalcar la urgencia de ampliar las medidas con el fin de reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos.
Reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos brinda la oportunidad de obtener beneficios inmediatos relacionados con el clima y, al mismo tiempo, mejorar la sostenibilidad global de nuestros sistemas alimentarios, lo que representa una transformación necesaria para garantizar unos mejores resultados en materia de nutrición y en favor del planeta en beneficio de las generaciones actuales y del futuro.